Como en tantas otras ocasiones, desde el año 1956 en que la fecha se instituyó por la Asamblea General de las Naciones Unidas, su celebración está centrada en la promoción de actividades que visibilizan a los niños de manera directa, y de llamar la atención acerca de la importancia de preservar sus derechos y mejorar en lo posible sus vidas.
Naciones Unidas celebra este Día Mundial de la Infancia en honor a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y a la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, el tratado internacional más ratificado de la historia.
Sin embargo, informes recientes abren espacios a la duda. Después de la crisis mundial provocada por la pandemia de la COVID-19, las desigualdades sociales se han acrecentado y en consecuencia millones de niños están afectados por la desnutrición aguda, la falta de agua potable, las enfermedades curables de las que mueren ante la mirada impasible de sus gobiernos.
Pero como hoy es su Día Internacional esas verdades estarán desterradas o silenciadas y no tendrán sitio en las portadas de los grandes medios de desinformación masiva ni aparecerán en fotos glamurosas. La miseria no vende periódicos.
Por tanto, en este mundo abocado hoy a una posible guerra mundial impulsada por los países occidentales, más que de los derechos de los niños se hablará de sanciones, muertes, bombas y presupuestos millonarios para sostener una guerra que tal y como dijo en una ocasión el máximo líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, en la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas “…podrán matar a los hambrientos, a los analfabetos, a los enfermos… pero no las causas que generan esos males…”
Es cierto, el objetivo básico de esta fecha es el de recordar al mundo que los niños constituyen el grupo etario más vulnerable y están más sujetos a los vaivenes de crisis y problemas humanitarios, aunque eso no sirva más que para visualizar un problema que cada día tiende a agravarse con la violación de sus más elementales derechos en buena parte del mundo.
El cacareado principio de no discriminación en estos instantes es solo un eufemismo; las leyes y políticas que debían protegerlos se ignoran en tiempos de conflictos bélicos imperiales y complejas situaciones epidemiológicas, mientras sus opiniones y derechos apenas se tienen en cuenta cuando se enfrenta la cruda verdad de un litro de petróleo vale más que una vida.
Cuba, a pesar de la guerra económica desatada por Estados Unidos, el recrudecimiento del bloqueo, la crisis mundial agravada por la COVID-19, desarrolla una serie de programas educativos para potenciar sus derechos, desde su nueva Carta Magna garantiza la educación y salud gratuita y presta especial atención a la educación especial, que enmarca a niños con alguna discapacidad, para evitar desigualdades.
La Constitución del año 2019, aprobada por la mayoría de los cubanos, regula su desarrollo, protección y participación en las tareas vitales de una nación inmersa, además en un nuevo Código de las Familias más inclusivo y abarcador.
Para nadie es un secreto que la Mayor de las Antillas vive una situación económico-social difícil, sin embargo bajo el precepto de que en la nación nada hay más importante que un niño, garantiza sus más elementales derechos y defiende esa sonrisa conquistada con la sangre y el sacrificio de cientos de miles de buenos cubanos. En Cuba, nadie lo dude, se hace realidad el principio martiano de que los niños nacen para ser felices.
La propuesta legislativa contempla una serie de normas que legitiman los derechos de los menores y la responsabilidad de las familias en su formación y cuidado.
También concede a los infantes un estatus jurídico en correspondencia con los postulados de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y prioriza su acceso a la información, a crecer en un ambiente libre de violencia, a la identidad y a la comunicación familiar.
El nuevo Código de las Familias, además, introduce nuevos términos como la responsabilidad parental y la autonomía progresiva que lejos de expropiar a los padres del derecho de cuidar, proteger y atender a los hijos, lo que busca es promover un cambio en la forma en que se concibe la crianza y educación de los menores, en aras de garantizar su bienestar.
“La crianza debe ser un acto de respeto y amor a la niñez. Si usted les da la existencia, también debe buscar la preparación requerida para el mejor ejercicio de esos roles de cuidados. El Estado vela por ello y es preciso que entendamos que es algo necesario, para una protección integral de la infancia”, comentó la doctora en Ciencias Jurídicas, Yamila González, a Cubadebate.
De igual forma, la norma presenta novedades en el apartado de filiación adoptiva. El cuerpo legal propone que la adopción se extienda hasta los 18 años y se consagra el derecho a la información de todos los involucrados en este proceso, especialmente el de los niños a conocer que son adoptados.
Además, introduce la adopción abierta como posibilidad para mantener vínculos de comunicación con la familia de origen, siempre que sea por el interés del menor.
Por otra parte, la nación caribeña trabaja en el diseño de una política integral de atención a la niñez y las juventudes con 10 líneas estratégicas para garantizar la construcción de un proyecto de vida realizable en el país.
El Día Internacional de la Infancia fue instituido por acuerdo de la Conferencia Internacional de Defensa de la Niñez, celebrada en Viena, Austria, en 1952 para recordar la vulnerabilidad de los niños ante las crisis.
La isla celebra la fecha desde el primero de junio de 1963 con un cuerpo legislativo que vela por la protección de la población más joven, acceso a la educación de calidad y escuelas que cubren las necesidades de los niños con discapacidades.
Cuba fue de los primeros países en ratificar la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, en 1991.
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