Una pediatra cuenta la intimidad de la enfermedad de su hijo recién nacido, su muerte, y cómo esa experiencia afectó la forma de ejercer la medicina.
Cada semana salÃa de la sala familiar de la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN) pensando “¿Cuánto tiempo tendrÃa que durar esta rutina?”.
Nuestro bebé habÃa recibido una cirugÃa que le salvó la vida. Le resecaron su intestino delgado perforado cuando tenÃa una semana de edad y, desde entonces, los dÃas se mezclaron con las semanas mientras esperábamos que su peso alcanzara los 3 kilogramos necesarios para calificar para la reanastomosis.
Cada noche, cuando me despertaba para extraerme leche materna, me conectaba apresuradamente al portal de pacientes de la clÃnica para comprobar su último pesaje, que avanzaba y retrocedÃa con la misma frecuencia.
Los dÃas eran monótonos, pero de alguna manera, cada uno seguÃa siendo un desafÃo único.
Finalmente, fue trasladado a la planta posoperatoria con una sonda gástrica nueva y brillante y los intestinos completamente conectados. Sin embargo, entonces, comenzó un nuevo juego de espera: su régimen de alimentación necesitaba ser optimizado y eso podrÃa llevar semanas. Intentamos negociar con el equipo médico sobre la cantidad de controles de lÃquidos que podÃamos hacer en casa y cada retraso desde la última fecha arbitraria de alta se sentÃa como una derrota.
En el fondo, me prometà hacerlo mejor como médica cuando se invirtieran los papeles y yo fuese la pediatra de otro paciente.
Cuando nuestro hijo tenÃa 91 dÃas, lo cargamos en el auto para el glorioso viaje de regreso a casa. Tuvimos que detenernos a mitad de camino porque vomitó 5 minutos después de una dosis de antiepilépticos. Rápidamente, nos dimos cuenta de que nos habÃamos precipitado. Los medicamentos que terminaban su efecto cada 2 horas, junto con las tomas cada 3 horas y las sesiones de extracción de leche en el medio, dejaban poco tiempo para dormir.
Cuando su diarrea empeoró, llamamos a varias clÃnicas y llegamos a la conclusión de que los equipos ambulatorios de nutrición y de intestino corto aún no estaban al tanto de él. Esto fue antes de que nos diéramos cuenta de que no tenÃamos ningún medicamento de rescate para las convulsiones en casa, pues su epilepsia supuestamente estaba bien controlada al mes y, por lo tanto, esa situación se perdió entre una larga lista de problemas.
Cuando lo reingresaron una semana después por urosepsis, sentà el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. Después de todo, fui yo quien presionó para que me dieran de alta, pensando que serÃamos invencibles en casa.
Del otro lado |
3 años después, estaba yo en una rotación de gastroenterologÃa de mi residencia de pediatrÃa. Tuve la oportunidad de atender a niños con historiales médicos complejos que, con frecuencia, tenÃan estadÃas hospitalarias prolongadas.
Fue entonces cuando conocà a X, un niño lindo y curioso con intestino corto y una vÃa central para la nutrición parenteral. La madre de X no era ajena a las admisiones hospitalarias y entendió que una fiebre con hemocultivos positivos significaba la posibilidad de una estadÃa prolongada, mientras el equipo médico intentaba salvar su vÃa central. También sabÃa que debÃa solicitar un asistente individual de inmediato, porque todavÃa necesitaba cuidar a su otro hijo en casa.
Varios dÃas después, en la mañana del alta programada de X, surgió una complicación. El paciente necesitaba que le reemplazaran la vÃa central, lo que requerirÃa más tiempo en el hospital. La madre acababa de hacer el largo viaje desde casa, después de solicitar su dÃa libre del trabajo, y mi letanÃa de disculpas no me pareció del todo adecuada.
Eventos similares ocurrieron una y otra vez, cada uno prolongando la estadÃa “solo un dÃa más”. A pesar de nuestros mejores intentos por coordinar de manera proactiva la nutrición parenteral total y los medicamentos, nos dimos cuenta de que los antibióticos intravenosos de X solo se administrarÃan la mañana después de que estuviera médicamente listo.
Detalles del recurso: https://www.intramed.net/content/67eaa3acdeee0426e7cdfd46