La salud del suelo, un concepto que emerge a comienzos del siglo XXI, se define como «la capacidad continuada de un suelo de funcionar como un ecosistema vital para sostener la vida de plantas, animales y seres humanos». Los suelos son la fuente de innumerables servicios y bienes esenciales para los seres humanos, incluyendo la provisión de alimentos y hábitat, la regulación del clima, la retención del agua, la detoxificación de contaminantes, la producción de sustancias bioactivas, como antibióticos y enzimas, entre otros. Sin embargo, el suelo puede acarrear algunos efectos negativos para la salud humana y animal, ya sea indirectamente, por déficits de minerales que impactan, por ejemplo, sobre la calidad nutricional de los alimentos, o directamente, por la exposición a sus componentes abióticos y bióticos, como microorganismos y sus toxinas.
El lema «Un mundo, una salud» (One world, One Health) fue utilizado por primera vez en 2004, en ocasión de un taller de la Wildlife Conservation Society (Nueva York, Estados Unidos), para transmitir el concepto de que todos los seres vivos compartimos un solo planeta, y, por lo tanto, existe «una sola salud». La adopción de este concepto se ha ido expandiendo en diversos ámbitos científicos para reflejar las interconexiones entre la salud humana, animal y el ambiente3 con respecto a las zoonosis, los vectores de patógenos y la resistencia a agentes antimicrobianos (RAM).
Una sola salud: la salud del suelo y su vínculo con la salud humana